Con sólo mirarte me liberas. Aunque yo me haya
cerrado como un puño, siempre abres pétalo tras pétalo mi ser, como la
primavera abre con un toque diestro y misterioso su primera rosa. Ignoro tu
destreza para cerrar y abrir, pero cierto es que algo me dice que la voz de tus
ojos es más profunda que todas las rosas. Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene
manos tan pequeñas.
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